Ernesto Díaz Madruga in Memoria.
Por: Luis G. Infante PP # 34028.
Entre el 6 y el 9 de agosto de 1964, en la enfermería del penal de Isla de Pinos, se debatía entre la vida y la muerte, con los intestinos perforados por el filo de una bayoneta, Ernesto Díaz Madruga.
En el año 1964 el Presidio Político Cubano Anticomunista, cumplía sus cinco años de existencia y se le planteaba uno de sus más críticos momentos. Ese año, el Ministerio del Interior, a través del Departamento de Cárceles y Prisiones ordenó que se instituyera una de las aberraciones más bochornosas que se hayan practicado contra la dignidad humana en este hemisferio; el plan de trabajo forzado al que llamaron los comunistas Camilo Cienfuegos.
La dialéctica comunista teorizaba la existencia del Plan de Trabajo, exponiendo la consigna de que el que no “trabaja no come”; o la tésis de que no podíamos vivir como parásitos en una sociedad comunista, consumiendo sin aportar esfuerzo a la producción y al sacrificio del pueblo. Ese era el falaz razonamiento, que como todo razonamiento marxista, partía del determinismo económico.
Pero esas teorizaciones económicas carecían de fundamentos; el verdadero génesis del trabajo forzado consistía en un plan de exterminio físico o de claudicación política del adversario, derivado de una razón de Estado. Pretendían los comunistas con el “experimento” que los prisioneros que se encontraban en Rebeldía, ingresaran en el Plan de Rehabilitación o Reeducación.
Desde un punto de vista jurídico y del Derecho Internacional, esta tortuosa medida de imponer el trabajo forzado, constituía una violación de los derechos y del status del prisionero político. Y a estas violaciones se negó Ernesto Díaz Madruga, cuando el 6 de agosto de 1964 lo bayonetearon.
Puesto que teníamos que trabajar por la fuerza, la táctica consistía en ofrecerle resistencia pasiva o activa, según el caso, a las órdenes de los carceleros. El 6 de agosto de 1964 al mes de haber comenzado el plan de trabajo, las hordas del crimen irrumpieron en el Edificio 6 de Isla de Pinos para imponer su voluntad. Ernestico era joven, era idealista. Ernestico era AJEFISTA.
Desde que la guarnición conminó a bajar hasta la planta baja, debía transcurrir el tiempo que la rebeldía y la negativa exigían. Empleábamos el único recurso a nuestra condición de “Rebeldes” y sus consecuencias: la RESISTENCIA.
Los efectivos militares enfurecidos por esa actitud de resistencia, subieron piso a piso insultando y golpeando. Ernestico vivía en el cuarto piso, lo que le tomaría tiempo bajar y llegar a la planta baja y hasta allí llegaron los energúmenos del Ministerio del Interior dejando sus marcas represivas en los cuerpos de los que encontraban a su paso a medida que ascendían.
Al frente de este grupo de uniformados iba el entonces sargento jefe de Orden Interior Porfirio González. El destino enfrentó a Ernestico con su ejecutor. Ernestico consciente de su posición de “Rebeldía”, no acató con urgencia el reclamo que su agresor le gritaba, lo que provocó una turbulenta discusión entre ambos y el artero ataque del esbirro. La bayoneta se hundió en el cuerpo de la víctima.
Ante la protesta y el empuje de los demás prisioneros, la guarnición abandonó el lugar y Ernestico fue trasladado a la enfermería del penal. El día 9 de agosto se supo que Ernesto Díaz Madruga había fallecido a consecuencia de las perforaciones que le hicieron en los intestinos sin que le prestaran asistencia médica. También se supo del ascenso a teniente de sus asesino, el jefe de Orden Interior Porfirio González.
Poco tiempo después, un grupo de ajefistas pertenecientes a la Logia Carbonera Simón Bolívar, reunidos en el sexto piso de la Circular # 3, en una memorable sesión, como fueron todas aquellas sesiones, a propuesta de un hermano Ajefista -el que estas líneas escribe- acordaron por unanimidad proclamar el 9 de agosto como el “Día del Mártir contra el Trabajo Forzado”. En aquel momento ya casi al cierre de la prisión de Isla de Pinos, los miembros de la Logia Simón Bolívar adquirieron el compromiso de que el primero que pudiera, haría el esfuerzo para presentar la fecha públicamente.
Y fue así como el mismo Ajefista de la Simón Bolívar que hizo la proposición en la prisión, en una de las primeras Asambleas Generales del Presidio Político Histórico en 1980, explicó el origen del acuerdo tomado por aquella Logia y nuestra organización ratificó la legitimidad de la fecha.
Aquella acta de la Logia Carbonera de la Circular # 3, que seguramente no recuperaremos nunca, encerrada en un pomo y enterrada en el piso de la planta baja al pie de la torre de vigilancia, mirando hacia el rastrillo en Isla de Pinos, como una cápsula del tiempo, contiene aquel acuerdo que recogía en su esencia rendir tributo a todos los que no pudieron sobrevivir al plan de trabajo forzado, no solamente en Isla de Pinos, sino a lo largo y ancho de la República envilecida y que cayeron asesinados por el plomo homicida, o en huelga de hambre en actitud de protesta, o fulminados por un rayo en medio de la campiña, o por desnutrición, o por falta de asistencia médica, o por suicido impulsado por las circunstancias.
Pero nuestro compromiso va más allá y es nuestro propósito que se proclame en la Cuba democrática, esta fecha del 9 de agosto, el día que ofrendó su vida Ernesto Díaz Madruga, el “Día del Mártir contra el Trabajo Forzado” como fecha nacional de nuestra República y en reivindicación del trabajo honesto y remunerado.